¿Un logo debe valer más, igual o menos que un Smartphone?
En una oportunidad de los últimos años, tuve una reunión de negocios con un posible cliente. La cita había sido concertada para dar una presentación de mi trabajo: métodos, portafolio, aptitudes, servicios y obviamente precios.
Llegado este último punto, la sorpresa de mi entrevistador no podía ocultarse al conocer el monto de mi Tarifado de Diseño en lo relativo a Logo e Imagen Corporativa. No dudó en comentarme en modo exabrupto, que si era una regla generalizada del gremio o que Yo ex profeso había decidido salirme del mercado.
Si bien la reacción no me era novedosa, en este caso, el ingrediente de genuina molestia aderezaba la expresión con alarma para mí. Estaba frente a una persona que sinceramente se mostraba asombrada y hasta indignada por el precio de mis servicios de diseño. En otras ocasiones la sorpresa no pasaba a mayores, o las personas se controlaban mejor, también después de conocer un poco más sobre el mundo del diseño gráfico, informándose de precios con otros profesionales, la aceptación de las cifras se hacía más natural.
Pero en este caso no, desconozco el background de mi interlocutor, pero parecía que jamás hubiera pasado por servicio alguno. Sin embargo la empresa ya contaba con imagen, papelería, website y corpóreo en la fachada.
Ante la incómoda situación, tomé la firme decisión de controlar mi enojo, permanecer en modo calmado y en posición firme ante lo que considero el precio justo por mi trabajo. Prácticamente desde mi graduación en el año 1997 hasta la fecha, la media de los clientes tiene siempre una objeción con el monto a pagar. Desde regalar mi trabajo, hasta el día de hoy, he transitado el camino de validar mi fuente creativa con un ingreso acorde a mis ambiciones y anhelos; si adicionalmente se toma en cuenta que ejerzo una profesión lícita, enmarcada dentro de la oferta y la demanda y que (como mis clientes han podido comprobar) incluyo un completo servicio de asesoría y apoyo en cada proyecto, definitivamente no serán los demás quienes coloquen el monto de mis honorarios.
Uno de los puntos más álgidos de la entrevista residía en el hecho de que mis precios se encuentran expresados en dólares americanos. Decisión que tomé en el año 2015, cuando la inflación aún no era híper (aunque obviamente estaba encaminada) y que incluyó un concienzudo análisis de los diferentes mercados y adaptación al hecho venezolano. Tomando en cuenta que el trabajo realizado no es diferente, ni menos, que el desarrollado por otro diseñador ya sea en Madrid, Bogotá, Buenos Aires, Guadalajara, San José, Miami, Ciudad de Panamá, etc., aún así consideré prudente colocarme un porcentaje por debajo, consciente de la realidad de mercado.
Mientras el socio fundador de la compañía que me había llamado a entrevista, continuaba criticando mi postura comercial, noté que en el escritorio reposaba el flamante último modelo de la casa Samsung para el momento. Señalándolo le comento que aún la tienda de la marca que se encuentra en el centro comercial Sambil de Valencia no lo tiene en stock, aunque lo esperaban de un momento a otro.
– Si me lo trajo mi esposa recientemente – me informó.
La oportunidad se presentaba demasiado tentadora como para dejarla pasar, y ya en vistas de que existía muy poca posibilidad de establecer relación comercial alguna, más el hecho de que aún debía costear el monto del taxi que me llevaría de vuelta sumado a la “inversión” del usado para la ida, pregunté:
– ¿No le parece curioso que el precio que cobro por Imagen Corporativa Básica sea menor al costo de su teléfono celular?
Aún hoy me rio al recordar la expresión de su cara, aunque en ese momento la situación me causaba de todo menos risa. Mi interlocutor balbuceo algo en completa sorpresa e inmediatamente reaccionó alegando una sarta de argumentos desordenados: que si es de uso personal, que si no se compara una cosa con otra, que si bueno él era una persona que debía transmitir cierto status y que ese celular estaba alineado con ese fin, que si fue regalo de su mujer, bla, bla, bla, bla…
– Yo le voy a decir una cosa con el debido respeto y agradecimiento por la oportunidad brindada en esta entrevista – iniciaba así el contraataque – precisamente uno de los puntos que ha mencionado es la razón por la cual existe hoy día la cultura de que las empresas deben estar representadas de forma gráfica por un logo o símbolo identificativo. La necesidad de diferenciarse de la competencia, la ventaja de elevar la gestión del trabajo a un status mayor a través de la conceptualización y puesta en práctica de una Identidad Visual que proyecte los mejores valores posibles de su empresa, lo que se traduce con el tiempo en la posibilidad de colocar el precio que se considere y que dé lucro a los fines de la compañía y los socios inversores.
En un año su Smartphone tendrá menor valor en el mercado (fuera de Venezuela, claro está), y será sustituido por la versión más reciente de la misma casa, amén a los diferentes modelos de la competencia. Usted por gusto, necesidad o ambas, deberá actualizar su celular. En un período de 5 años habrá tenido al menos tres modelos diferentes, y ni hablar de lo que pueda suceder en 10 años con los avances tecnológicos.
En ese mismo período la imagen de su compañía, su Logo y su Manual de Uso correctamente aplicado, habrá calado en su público objetivo, en el público general, en la competencia y aún tiene mercado por descubrir. Si adicionalmente ofrece un producto o servicio de calidad, a precios competitivos, brinda respaldo post venta, aporta a sus trabajadores y a la comunidad, la proyección de la imagen cobra mayor sentido e importancia en el posicionamiento de su empresa.
Si también se ve en la necesidad de tazar el valor de la misma, una parte muy importante tendrá fundamento en la percepción del mercado, donde su logo será el punto de referencia de la reputación de su inversión. Y aún no se profundiza para los casos de que los productos tengan desarrollado una “marca”, en cuyo caso el registro de la misma y las posibilidades de aplicar a diversas líneas de producción multiplica sus límites…
Palabras más, palabras menos la reunión finalizó y con ello un contacto que se reactivó luego para terminar llegando a ninguna parte.
Al mercado con amor
Personalmente no tengo mayores inconvenientes con el precio de las cosas, con el hecho de que no solo un teléfono celular puede estar por encima de mi Tarifado de Diseño, una cartera de firma, un par de zapatos, ropa, artículos varios de decoración, y pare Usted de contar. A pesar de los últimos 20 años de intervención y fractura con la realidad global, soy un convencido de las bondades del libre mercado: la oportunidad de competir en talento, recursos, conocimientos, originalidad y servicio. Detrás de cada logro obtenido hay personas que evaluaron mis propuestas considerándolas idóneas por diferentes motivos enmarcadas en los puntos anteriores.
Como consumidor limito mi acción de compra a la necesidad y a la capacidad de adquirir o no determinado producto o servicio. A excepción de los “bachaqueros” todo mi consumo se realiza en parámetros donde evalúo si puedo o no, sin mayores juicios sobre el margen de ganancias del vendedor o de si debe o no debe cobrar tanto por aquello que vende. Y en el caso de que exista ese cuestionamiento, pues simplemente no le compro y busco otras opciones, más acordes con mi bolsillo y expectativas de consumo.
Si lo que suele suceder en Diseño Gráfico pasará en otras profesiones o áreas, habría restaurantes con platos elaborados que nadie pagó, con médicos que deberían operar y curar para luego cobrar o empresas de celulares ofertando lo más nuevo al precio más bajo posible. El tema da muy bien para otro post, pero por lo pronto Yo continuaré ofertando según mis convicciones, seguro de competir en el mercado con fortalezas estratégicas y el derecho a ganar el sustento de forma digna y limpia.
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